Tomando un café (Cathan)

Tomamos un avion, cada uno pagando su boleto (porque yo tenía una estricta regla sobre eso) y unas horas después llegamos a Moscú. Antes de llevar a Cathan a casa, decidi llevarlo por un tour en mis lugares preferidos, el primer destino: "Leon Tolstoi".

- Es un bellisimo café, yo no podre tomar nada, pero es viejisimo, asi que ya lo probe cuando humana - le iba diciendo mientras caminabamos hacia el, no estaba muy lejos del aeropuerto, asi que no vi necesario rentar un auto, o ir por el mio - Hay te chai, cafe, frapuccino, etc... ¡Es mas bueno que cualquier otro! Además, si te gusta leer, ellos te consiguen el libro que quieras para que lo leas mientras tomas tu cafe. ¡Es un buen ambiente!

Por fin llegamos, y se acerco a nosotros una mesera.

- Una mesa para dos, porfavor - le dije en Ruso - Cerca de la ventana, si es posible, en el segundo piso.

No sabía si Cathan hablaba Ruso, así que por eso decidi hablar yo. Además, yo era la guia, ¿no? La chica nos llevo al lugar que queria.

Cuando bajamos del avión, Melanie me llevó a un café, allí cerca. El lugar me parecía magnífico, tenía un ambiente agradable, antiguo, pero al mismo tiempo moderno.

La acompañé a una mesa que había por allí, la que nos había indicado la camarera. Estaba en el segundo piso, donde no había prácticamente nadie, y además, el ambiente era bastante sombrio, ideal para una vampira como ella. Por mi parte, yo, al ser un mago de la sombra, también me sentía a gusto en los ambientes oscuros.

Ella pidió un café, para mi, ya que ella no tomaría nada. Además, mi ruso era bastante limitado. Mi maestro me había obligado a estudiar idiomas, muchísimos idiomas de hecho, pero la verdad es que sólo dominaba perfectamente el inglés, el gaélico, y el atlante, que era mi idioma materno. En los demás medio me defendía, pero mi control sobre ellos dejaba mucho que desear.

-La verdad, creo que este sitio es genial. Un sitio tranquilo donde descansar de un viaje, tomandote un café… creo que merece sinceramente la pena haber venido aquí.

En ese momento se me ocurrió algo.

-Oye, permíteme que te pregunte algo. ¿Tu vas a la universidad?, me refiero, a que si normalmente vosotros vais a clases. Supongo que tiene que ser divertido con toda esa gente…

Le pedí un café, y meintras se lo traian me hizo unas preguntas sobre la escuela. Yo le sonreí antes de responderle. ¡Las Universidades seguian siendo un problema!

- Si, ahorita me estoy tomando un descanso, voy a una Preparatoria en Seattle, con una amiga llamada Simmone. Nuestras hermanas insisten en que vayamos a esa en específico, y es que de ahí nos dan entrada a la mayoria de las Universidades. Solo nos falta un semestre y terminamos. Y yo no lo llamaría "divertido" -añadí -¡Vaya que esos humanos tienen un olor delicioso! Mi amiga Simmone es mas controlada que yo, y me ayuda mucho, pero si es algo...dificil. Por eso mi hermana, Taty, no va a Seattle a la escuela, tiene que estar aca en Rusia para que Ale la pueda vigilar. Es que Taty es capaz de seducir a cualquier chico, y llevarlo directo a donde ella quiera. ¡Esa chica!

La mesera le trajo su café mientras yo recordaba feliz a mi hermanita, era todo un tobellino esa chica, capaz de sacarme del aburrimiento con una sola palabra.

- Y tu, Cathan, ¿vas a la escuela, trabajas o solo viajas por ahi? - le pregunté aun sonriente.

La pregunta me cogió desprevenido. No podía contestarla sin poner en evidencia quien era. Pero por otra parte, confiaba en ella, sabía que no me delataría a los esbirros de mi hermano. Decidí contarle la verdad sobre mí, y las circunstancias de mi vida.

-Sinceramente, la verdad es que nunca he ido a la escuela, digamos que mi educación ha sido de carácter más bien privado. Sé que puedo parecerte un ser muy misterioso, pero es que tengo mis motivos para no revelar mucho sobre mí. No obstante, creo que tú debes de saber la verdad, toda la verdad sobre mí.

Cogí la taza de café y tomé un trago. Mentalmente me preparé para relatar la historia de mi vida, cosa que no había hecho nunca antes. Pero la verdad, es que nunca había conocido a nadie como ella. Como no sabía cómo comenzar mi relato, le pregunté:

-¿El nombre Atlántida te suena de algo?- Ella se rió, era comprensible, dado que era un lugar legendario, que para la gente común de la calle nunca había existido. Pero lo mismo se podía decir de los vampiros.

Cuando ella dejó de reírse, y recuperé su atención, proseguí mi relato.

-Se que puede parecer extraño. Pero la Atlántida existe de verdad. ¿Que como lo es? Muy fácil, porque yo nací allí. La verdad es que técnicamente, en la realidad, mi nombre ni siquiera es Cathan Tauro, sino Carausius Tar’ Conantur. Pero ese nombre no lo he utilizado nunca, aunque es el nombre que me pusieron mis padres al nacer. Mi padre era Perseus Tar’ Conantur, emperador de la Atlántida, y mi madre era Neptunia Tell Mandra, emperatriz. Mi hermano gemelo, Orousius, es ahora el emperador. Sin embargo, hay un capítulo de esta fascinante historia que todavía no te he contado. Perseus murió antes de que yo naciera, y los líderes de los grupos opositores a mi padre, crearon un complot para hacerse con el trono. El complot consistía en exiliar a mi madre, y educar ellos al futuro emperador, para que fuese un total tirano, y una marioneta en sus manos. Pero como fuimos gemelos, el complot añadió una nueva clausula a su traición, mi muerte, la del gemelo menor, la misma noche de mi nacimiento. Para evitarlo, tuve que exiliarme, y no he podido volver allí desde entonces, más que nada porque no sé cómo encontrar la frontera de la Atlántida, que es mágica. Pero aquí no acaba la historia, primero los líderes, y luego m propio hermano, han enviado constantemente asesinos a buscarme y matarme. Por eso no he ido a clases ni he tenido mucha relación con el resto de gente de mi edad. No me termino de sentir a salvo entre los humanos, dado que cualquiera de ellos podría ser un asesino enviado por mi hermano. Creo que con esto he resumido bien la historia de mi vida.

Tomé otro trago de café y le dije:

-Pronunciar el nombre de Carausius Tar’ Conantur, sólo te traerá problemas, dado que los asesinos me conocen por ese nombre. Por ello te pido que me sigas llamando Cathan, el nombre que he tenido desde que estoy exiliado. Ah, y por favor, te pido que no le cuentes esta historia a nadie. No se la había contado nunca a nadie, eres la primera persona que la conoce, pero la verdad es que mejor si no la sabe nadie más, por el momento. No quiero que mi hermano se entere de mi paradero exacto, y mande asesinos a buscarme.